jueves, 26 de mayo de 2011

Soñando el futuro

Cibercultura y ciencia ficción. En esta tarea, la cuarta del taller de cibercultura, me pondré en el papel de un creador de historias de ciencia ficción, en concreto en el de un escritor. Narraré la rutina de un día cualquiera de 2041 de Alphonse Leblanc, un hombre de mediana edad, casado y con dos hijos, con trabajo estable, y que no está interesado en los avances tecnológicos más allá de lo común para alguien de su estilo. Reside en un país rico de Europa.

- Los nombres de los personajes y algunos lugares nombrados en la historia fueron inventados, cualquier parecido con la realidad no es mas que pura coincidencia -

Una día cualquiera de noviembre de 2041. Una gran metrópoli europea.

Por la mañana...
Un leve zumbido se oye en la habitación absolutamente oscura del matrimonio Leblanc. Es la parte derecha de la almohada que comparten. A Alphonse siempre le ha gustado dormir en ese lado de la cama, y poco a poco también se va acostumbrando a ese cosquilleo en la oreja que marca el comienzo de una nueva jornada. Este está siento un otoño muy lluvioso y ventoso, con temperaturas bajas,  hoy especialmente, pero eso es algo de lo que no se enterará hasta que lo vea en la parte de su espejo de baño dedicada a la climatología local. Mientras tanto sale de la cama, apoya ambos pies en el suelo y éste se ilumina lo suficiente según avanzan sus pasos hasta que entra en el baño. La puerta se cierra automáticamente a su espalda emitiendo un soplido que le recuerda a la películas en las que trataban de imaginar el futuro que veía en su infancia.
- "Realmente, el valor de aquellas obras está más en sí mismas como producto cultural, que en su capacidad predictiva. De eso estoy seguro". -Piensa Alphonse. -Veamos qué es lo que predice ahora la meteorología.

La iluminación de su amplio baño se adecua a la hora que es, en esta caso las 6.00 a.m. Muchas veces esto ha supuesto una molestia para él, por ejemplo en las ocasiones en que ha deseado darse un baño por la mañana, en vez de antes de dormir, contradiciendo así el programa bajo el que funcionan los automatismos de su baño. En esta ocasión, con un afeitado, un cepillado de dientes y un poco de gel fijador para el pelo será suficiente. -"Bueno, quizás sea necesario un poco más de gel. El parte metereológico dice que hoy será un día de vientos malhumorados. Me pondré también la gabardina larga. Me gusta el efecto que hace su parte baja cuando sopla el viento". -Se dice Alphonse a sí mismo.
La ropa elegida, siguiendo las instrucciones que ha marcado Alphonse a través de cuadro de botones de que dispone en el baño, aparece por una apertura en la pared de este mismo. Así permite seguir durmiendo en silencio a su esposa.

Un nuevo soplido como el anterior rompe el silencio de su casa tras abandonar el baño camino a la cocina. Ahora ha salido por la puerta opuesta a la anterior, la que da al pasillo, que se ilumina por completo tras su aparición en él. Ya en la cocina, la voz de género neutro que emite la nevera le avisa de que la leche ultra-desnatada, la de su mujer, caducará mañana. -"¿Y a mí qué me importa?" -Farfulla, mientras coge el bote de leche condensada con el que endulzará su café doble. A Alphonse le gusta mirar por la ventana, aunque a esta hora no haya mucho movimiento. Sin duda, tiene un paisaje por apreciar mejor que el que le plantea el canal de noticias continuo que oye de fondo de una de las pantallas que tiene en su cocina. -"¡Es lo que siempre había estado buscando! ¡Por fin! ¡En exclusiva para usted gracias a nuestra compañía! El sabor más refrescante de siempre ahora potenciado con calcio plus y el conjunto de vitaminas recomendado por la OMS para países desarrollados, como el suyo, como usted, como nosotros." -Espeta un anuncio que no hace más que repetirse en los últimos días. Alphonse acaba el café y deja la taza sobre la encimera, la que se encarga, mediante su complejo sistema de cintas en movimiento, de hacerlo desaparecer y al cabo de unos segundos devolverlo a su lugar original, limpio, reluciente y algo caliente.

Antes de salir, duda sobre si coger el paraguas. No hace más de quince minutos que ha escuchado y visto el parte meterológico, pero tiene dudas de si el viento será acompañado por lluvia. -"Me lo llevo. Me gusta el tacto aterciopelado de su mango." -Resuelve Alphonse. Una vez en el ascensor, que con la misma voz aséptica de la nevera le desea "un muy buen día", además de recordarle una de las varias cosas que está prohibido hacer en ese espacio cerrado, introduce el código que hace referencia a su coche para que el parking automático que duerme bajo su bloque de viviendas se encargue de tenerlo listo una vez suene por el moderno altavoz del ascensor la campanilla que dice que ha llegado al destino, la planta 0.

El coche es de una marca china que compró a otras cuantas americanas, de esas que predominaban a principio de siglo, cuando aún se movían a base de gasolina. Ya dentro, introduce el destino prefijado "oficina del distrito 451" y selecciona el modo de conducción automático, el cual desactivará una vez se encuentre en la autovía noreste, uno de los pocos lugares donde aún puede disfrutar de algo de emoción, ya que en esta vía (una fastuosa obra que endeudó a las sociedades gestoras gobernantes de varios municipios de la zona hasta que llegó un agencia económica y se la refinanció) no existe límite de velocidad. Es una autovía de pago que dirige a la zona donde se encuentra el centro de "Desintoxicación virtual - 3.1", en el que Alphonse tiene su oficina.

Antes de llegar a su destino tiene que abandonar su coche, como todo el que quiera entrar en esa zona, una de las varias donde desde hace tiempo sólo se puede circular en los diferentes medios de transporte público. Fue una medida muy impopular que costó varios millones de votos al partido político de turno que se atrevió a implantarla. Pero ellos solo tuvieron que decidir eso, ponerla en práctica, pues la orden primigenia para ello, así como su diseño provenía de instancias gubernamentales de nivel internacional. A Alphnose le gusta el tranvía, donde, a diferencia del metro, puede ver la luz, y donde a diferencia del autobús, puede ir de pie e intercambiar miradas con la gente. Por otra parte, la similitud más importante entre todos los medios de transporte, que a su vez fue el punto conflictivo de la mencionada Ley de mantenimiento del clima social y urbano de hace unos pocos años, es que el acceso es personalizado, es decir, se puede saber dónde está cada persona en cada momento, a dónde va y en qué medio. En nombre de la seguridad, por supuesto.


Por la tarde...
-"La jornada de hoy ha sido interesante" -Comenta Alphonse con un compañero suyo mientras salen del centro donde los dos trabajan como especialistas en el tratamiento del trastorno de adicción a Internet (IAD), uno de los problemas que más personas está retirando de la vida social para ser devueltos a ella en mejores condiciones con el fin de que sean capaces de comunicarse y apreciar a las personas de su entorno físico.
-"Sí. La reunión con los ministros me tenía un poco de los nervios. Anoche y anteanoche no pude casi dormir pensando en ello... o en cómo parecer ante ellos, mejor dicho. No sé ni cuantas páginas web sobre protocolo, trajes y maneras de comportarse pude visitar. -Dice su compañero Albert.
-Bueno, vienen a escuchar soluciones simples que pueda entender un niño de 12 años no muy listo, y a que les rieguen el oído. Nada más. Aparte de un mayor sueldo y posibilidad de mando, y menos preocupaciones y trabajo por hacer, ¿qué piensas que tienen que los hace especiales? -Le responde Alphonse mientras consulta la hora en su reloj de muñeca estirando los brazos hacia delante y entrecruzando los dedos de ambas manos para hacerlos chascar.
-"Venga ya... ¡son gente superior!"
-"Claro".
-"¿Has visto la camisa que llevaba el Ministro de Transmedia? Es increíble. Yo espero poder compararme una en cuanto sepa discernir cuáles son malas imitaciones americanas y cuáles son genuinas camisas indias. Son tan novedosas que, o eres alguien importante como estos ministros, o te toca pelearte con decenas de páginas web y de vendedores que dicen tener el modelo original" -Concluye Albert antes de despedirse para tomar el metro.

La camisa a la que se refería Albert, y que Alphonse nunca compraría, es una en la que el puño de la camisa ya no se adorna con caros gemelos, sino con una pantalla de cristal líquido que se sincroniza con el dispositivo móvil personal. A través de ella puede uno comunicarse con cualquier persona de la agenda, navegar de forma algo limitada, dado su tamaño, por Internet, y registrar en ella la vida cotidiana: por dónde pasa uno, con quién está y haciendo qué, para así subirlo a la web Gooface, donde uno se comunica y comparte su vida con las personas que conoce. Los avanzados y asequibles sistemas de limpieza y tintorería en seco hacen furor en los hogares de las clases medias, tal como el de la familia Leblanc, con lo que se puede llevar la misma camisa los siete días de la semana, limpia, en diferentes colores, y así como registrar lo que se hace durante ellos.

Por este último motivo es por el que Alphonse ni se plantea la adquisición de una de estas prendas-gadget que tuvieron su inicio en los calcetines cuenta kilómetros, especiales para los aficionados al footing. A él no le gusta salir a correr, pero sí le gusta correr aventuras tal como la que se propone para esta tarde: visitar clandestinamente a su querida Nicole, una chica algunos años menor que él, que gana el dinero para costearse sus estudios sobre Inteligencia Artifical mediante la venta de accesorios para dispositivos móviles personales por Internet desde su domicilio, situado en uno de las zonas de la metrópoli a la que es posible llegar en coche propio y sin ser observado por ninguna máquina. Alphonse enciende su pitillo eléctrónico y se dispone para la aventura. No tarda mucho en llegar, le gusta conducir con sus propias manos, concentrado en la ruta, con su humeante pitillo en la boca, mientras suena de fondo alguno de los temas de Daftpunk que recuerda con nostalgia de la época de sus padres.

Nicole, quien ya le esperaba sin necesidad de previo aviso como cada jueves a esa hora, abre la puerta. Su piso de alquiler no tiene todos los implementos tecnológicos del de Alphonse. Pasa el tiempo mientras ambos se relajan y fuman algo de marihuana. Esto último pueden hacerlo gracias a que en este barrio aún no se ha hecho efectivo por completo el Plan Nacional de Salud Pública, por el cual cada domicilio cuenta con un sensor de humos, entre otros muchos, que tiene el fin de alertar a las autoridades sobre el consumo de sustancias prohibidas.
-¿Sabes? Creo que mi vecino de enfrente tiene un problema de esos que tratáis vosotros -Sugiere Nicole.
-¿Y cómo lo sabes? -Pregunta Alphonse apartando brevemente la mirada del monitor del ordenador de Nicole donde está navegando en uno de esos servicios que eligen la música por ti en función de tu estado anímico.
-No creas que es porque hablo con él. Nada de eso. Le traen siempre la compra del supermercado a casa, pero él no está impedido físicamente para ir a por ella, de hecho el otro día le vi mirando con prismáticos desde su terraza.
-¿Y qué miraba? -Volvió a preguntar Alphonse, sin mucho interés, mientras sonaban de fondo sugerentes ritmos de reggae.
-¿Y cómo quieres que lo sepa? Era de noche, si hubiera usado un telescopio, lo entendería, pero unos prismáticos...
Justo en ese instante se oye un fuerte golpe fuera, en el rellano de la escalera, e  inmediatamente se hacen conscientes del rápido palpitar de sus corazones. Más gritos y golpes. Suenan más lejanos. Deciden salir, no sin temor, para ver qué ocurre. Así, pueden asistir atónitos a cómo tres agentes de la autoridad tratan de retener al mismo vecino de quien habían estado hablando, mientras un quinto le lee a voz en grito los motivos de la detención así como sus derechos: -¡Derecho a luz natural! ¡Derecho a ejercicio físico! ¡Derecho a un tiempo limitado de conexión a Internet! -Recita concienzudamente el agente de la autoridad mientras sus compañeros arrastran al detenido hacia el ascensor.
Ante el riesgo de que estos agentes se percaten del ambiente asociado al los ritmos de reggae que tienen montado en el apartamento de Nicole, ésta coge por el brazo a Alphonse y lo mete dentro disimuladamente hasta poder cerrar la puerta.
-¡Qué susto! ¡Si me llegan a cazar aquí! ¡No me compraré la dichosa camisa de Albert nunca! -exclama Alphose aliviado.
-¿De qué camisa hablas?
-Da igual... veamos de qué se trata lo de tu vecino. -Propone Alphonse, mientras enciende el proyector que inmediatamente muestra sobre un gran espacio de la pared, mediante nítidas imágenes, las últimas noticias acontecidas en la metrópolis.
No han pasado ni cinco minutos, pero la presentadora del informativo ya cuenta con la información de lo que acaban de presenciar y con las imágenes que han grabado los agentes gracias a las cámaras de sus cascos.
-Detenido un miembro de un grupo potencialmente peligroso que trataba de acceder a información confidencial del Estado Mayor. -Dice la presentadora, mientras las imágenes de la operación que aparecen en una pantalla más pequeña dejan con el rostro descompuesto a Alphonse. Se lleva las manos a la nuca. Respira profundo.
Son él y Nicole, en la puerta del apartamento de ella, quienes aparecen brevemente en las imágenes que se están emitiendo, que circularán durante varios días por los medios, y que llegarán, indudablemente, a su mujer.


Por la noche...
Esta noche, Alphonse ha decidido hacer efectivo lo que llevaba meditando durante mucho tiempo. Alejarse para siempre de la metrópoli donde cada paso que alguien da es controlado; donde cada decisión, gusto o afinidad es pública; donde la intimidad es un concepto que sólo se puede encontrar escrito en una pantalla digital. Él lo busca de verdad, sólo su gabardina y su paraguas, que afortunadamente aún no están en línea, le acompañarán.

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